Todos saben, y múltiples estudios científicos lo han demostrado, que existe una relación directamente proporcional entre realizar actividad física de manera regular y el bienestar mental de las personas. En términos prácticos, quienes tomaron la decisión de cambiar el control remoto por las zapatillas suelen tener más energía, manejan mejor el estrés, tienen mayor concentración y motivación, se enojan y se frustran menos, duermen bien y tienen una vida social mucho más activa. Es decir, lo pasan mejor en todos los ámbitos.

La explicación para tantos beneficios es simple. Durante y después de la práctica deportiva nuestro cuerpo libera unas sustancias llamadas endorfinas –conocidas como “las hormonas de la felicidad”–, que son las responsables de la sensación de bienestar que invade a las personas al finalizar el entrenamiento. Estos neurotransmisores también serían los responsables de que nadie se arrepienta de ir al gimnasio, de salir a correr o de dar una vuelta en bicicleta.

No es necesario ser un deportista de élite o correr un maratón para disfrutar de las bondades del ejercicio. “Lo que la Organización Mundial de la Salud recomienda es realizar alguna actividad física que signifique un aumento de la frecuencia cardíaca por un periodo variable, dependiendo de la edad de cada persona. Esto se logra con cualquier tipo de movimientos corporales que impliquen gasto de energía. No solo comprende una rutina semanal en el gimnasio, sino que también incluye jugar, caminar, bailar, realizar las tareas domésticas o actividades recreativas”,

Cambiar la rutina

Muchas personas se preguntan qué disciplina pueden practicar para mantenerse saludables y obtener los beneficios del deporte. Ante esta pregunta, se recomienda descubrir una actividad que sea atractiva y entretenida para cada uno. El abanico de posibilidades es amplio e incluye las clásicas, como ir al gimnasio, correr, subir cerros, andar en bicicleta, jugar tenis o bailar. A esto se suma la existencia de nuevas e innovadoras alternativas, como bailes no tradicionales, circo, escalada y montañismo, entre otras.

“Las personas piensan que cuando llegan cansados a su casa lo mejor es sentarse a ver televisión o jugar en el ordenador, lo que es comparable a preferir comida chatarra en vez de una plato sano y nutritivo. Ambas cosas dan una sensación momentánea de bienestar y no tienen ningún beneficio en el largo plazo. El buen uso del tiempo libre es esencial para nuestra salud física y mental. El aprovechar de realizar alguna actividad física es una inversión para el futuro, de la cual se pueden obtener resultados desde el mismo momento en que se comienza a practicar”, enfatiza la Dra. Ibáñez.

Deporte, bienestar y felicidad

Si bien la felicidad es un concepto subjetivo que varía de acuerdo a cada persona, existe un consenso que indica que está relacionada con la existencia de una sensación frecuente de bienestar generalizado.

Los factores que suelen influir en el bienestar de las personas son tres:

Los genéticos, correspondientes a aquellas características que se heredan de los padres.

Los externos, como el género, estado civil, nivel de estudios o de ingresos, entre otros.

Los modificables, que son elementos que las personas pueden cambiar a voluntad, como la actitud hacia la vida; las metas y los sueños; la manera de enfrentar las adversidades; el saber aprovechar y disfrutar el presente, y el realizar alguna actividad física.

En la actualidad, las situaciones que causan estrés tienden a estar siempre presentes, lo que provoca que el organismo se sienta constantemente amenazado y que aumente el riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares o depresión. “Múltiples estudios científicos han comprobado que realizar actividad física de manera regular mejora los niveles de bienestar, baja la ansiedad y el estrés y reduce los riesgos de que surjan enfermedades”, subraya la especialista.

Precisamente, uno de los beneficios más importantes de la actividad física es bajar los niveles de tensión provocados por la vida moderna. “La actividad física se puede entender como pequeñas dosis de estrés que empiezan y terminan en momentos conocidos. Por ejemplo, si voy a correr media hora, el cuerpo aumentará su frecuencia cardíaca y será necesario respirar más rápido. Con el tiempo, estos síntomas, que son muy parecidos al estrés, podrán ser reconocidos y manejados de mejor manera, porque el cuerpo ya no los interpreta como una dosis terrible de estrés, porque ya está acostumbrado a recibirlo en dosis más pequeñas”.